viernes, 19 de febrero de 2021

San Sebastián Mártir

 

0.- SAN SEBASTIÁN MÁRTIR

 

Compilador : P. Juan Croisset, S.J.

Adaptación de Ignacio Pérez Cervantes

 

Preludio

Narrador.- Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto, Emperador Romano inició durante su reinado una Persecución contra los cristianos entre  303 y 311 que se convertiría en la mayor y más sangrienta persecución del Imperio, pero que por obra del Altísimo no logró su objetivo de destruirlos.

A San Sebastián,  se le renombra de “Defensor de la Iglesia” por las maravillas que obró en defensa de la Fé, nació en Milán, sus padres, le criáron con gran esmero en la religión cristiana y en la piedad.

Dice San Ambrosio que su dulzura, su prudencia, su apacible genio, su generosidad y otras cien bellas prendas que le adornaban, en poco tiempo lo hicieron ser Capitán de la primera compañía de la guardia del emperador Diocleciano,

Narradora.- Se sabe que desde siempre San Sebastián abrasaba en su alma, un encendido deseo del martirio, por lo que debíó moderar su ardor dejándolo como escondido debajo del traje de soldado; porque, al mismo tiempo que su empleo le hacía tan distinguido en la corte, le ofrecía también muchas ocasiones de hacer grandes servicios á la Iglesia, socorriendo y alentando á los cristianos que eran perseguidos, y en esto empleaba su autoridad y sus bienes, sin perdonar trabajos ni fatigas.

Narrador.- Desde siempre animó con sus exhortaciones y socorría con sus limosnas á los gloriosos confesores de Cristo, hermanos de fe que llenaban las cárceles y calabozos. Se sabe que alentó á muchos que titubeaban en los tormentos, y fortaleció á no pocos que desmayaban á la vista de los suplicios.

Era el apóstol de los confesores y de los mártires; y si parecía que en cierta manera desperdiciaba las vidas de los innumerables que envió al Cielo delante de sí, seguramente no fue por perdonar la suya. Tan lejos estaba de pretender reservarla, que cada día la exponía, mas y mas sin descanso, ni titubeo.

Narradora.- La muerte de cada mártir de los que Sebastián alentaba, acompañándolos hasta el cadalso, era un nuevo sacrificio que hacía de su propia vida. Cada instante renunciaba a la propia, para que los demás no renunciasen la fe de Jesucristo.

Cuentan que fueron presos por la fe dos hermanos y caballeros romanos, llamados Marco y Marceliano. Y después de haber vencido gloriosamente la tortura, iban á ser degollados, cuando su padre Tranquilino y su madre

Marcia, acompañados de las mujeres y de los hijos de los dos confesores de Cristo, se echaron á los pies del juez Cromacio, y con sus ruegos y lágrimas obtuvieron de él que se difiriese la ejecución de la sentencia por espacio de treinta días.

Narrador.- En este intermedio no faltaron súplicas, y todos los medios que pueden inspirar el amor y la ternura para mover el corazón del Juez a blando y generoso; Marco y Marceliano, comenzaron á flaquear ante tantas lágrimas, San Sebastián, con gran talento de persuasión, no sólo sostuvo los ánimos que ya comenzaban á flaquear, sino que en pocos días convirtió á la fe de Jesucristo á Nicóstrato, oficial de Cromacio; á Claudio, alcalde de la cárcel; á sesenta y cuatro presos, y, al padre, á la madre, á los hijos y á las mujeres de los dos hermanos condenados al martirio.

Narradora.- Tan asombrosas conversiones no se podían hacer sin muchos y grandes milagros, y cuenta la historia que cuando San Sebastián estaba animando á los dos hermanos en casa de Nicóstrato, en prisión domiciliaria, cuando por maravilla del cielo se dejó ver en la sala una brillante luz, que llenó á todos de admiración y de alegría. En medio de ella se apareció el Señor, acompañado de siete Ángeles, y acercándose á Sebastián le dio el Ósculo de la paz, prometiéndole que siempre estaría con él.

Narrador.- Y San Ambrosio nos cuenta  de otra maravilla: Zoé, la mujer de Nicóstrato, oficial de Cromacio, estaba muda desde hacía mucho tiempo, y entró en la prisión y, arrojándose á los pies de San Sebastián, le pidió por señas que la curase. El santo capitán elevó su corazón á Dios, y haciendo la señal de la cruz en la lengua de Zoé, ésta recobró el habla, y sus primeras palabras fueron una ferviente confesión de la fe cristiana. Desde aquel día  muchos neófitos que padecían alguna enfermedad ó indisposición corporal, se acercaban al Santo recibiendo la salud del cuerpo al mismo tiempo que por el bautismo recibían la del alma.

Pero el mayor de todos los milagros fue la conversión del juez Cromacio.

Escena 1

Cromacio.-( á Tranquilino) Te he mandado llamar para saber si sus hijos se habían dejado persuadir de tus lágrimas y renuncian a su fe y al suplicio.

Tranquilino.- No Señor yo por dicha del Cielo ya también soy cristiano, y mis hijos son dichosos, y yo también lo soy desde que Dios me abrió los ojos del alma para conocer la verdad y la santidad de la religión cristiana, fuera de la cual no hay salvación.

Cromacio,-¿Conque tú también, al cabo de tus años, te has vuelto loco?

Tranquilino.- No, señor, antes nunca tuve entendimiento ni juicio hasta que logré la dicha de ser cristiano. Porque no hay mayor locura que preferir, como yo lo había hecho hasta aquí, y como tú lo estás haciendo el día de hoy, que quedarte en el error á preferir la verdad y la muerte eterna á una vida de pocas horas.

Cromacio.- ¿Y te atreverás, á demostrar la verdad de la religión cristiana?—Tranquilino.-¡Yclaro que me atreveré, con tal que tu quieras prestar oídos dóciles y humildes á lo que Sebastián y yo te diremos.

Narrador.- No duró mucho la conversación, porque con pocas palabras quedó Cromacio convencido y convertido, y con él toda su familia, y sus cuatrocientos esclavos que recibieron el bautismo, fueron puestos en libertad.

Narradora.- Pero la persecución siguió, y Cromacio, después de haber renunciado a su empleo, se retiró á una casa de campo, que servía de asilo á los fieles perseguidos. Todos los cristianos temerosos de la suerte del Santo persuadían á San Sebastián para que también se retirase á ella. Pero el héroe de la fe les pidió suplicante:

Sn Sebastián.- Hermanos, permitan que me quede en Roma, para animar y socorrer á los muchos fieles que están en las cárceles y mucho me necesitan.

Papa Cayo.- Quédate en buen hora hijo mío, en el campo espiritual de la batalla, y con traje de oficial del emperador, sé glorioso defensor de Iglesia de Jesucristo y que tu presencia sea socorro y aliento de muchos santos mártires.

 

Narradora.- La primera que recibió la corona del martirio fue Zoé: siguió poco después Tranquilino, Nicóstrato, su hermano Castor; Claudio, el alcalde de la cárcel; Le siguieron Sinforiano su hijo, y su hermano Victorino, que después de haber sufrido muchos tormentos, fueron conducidos á Ostia y precipitados en el mar. Tiburcio, hijo de Cromacio, fue degollado; Cástulo, oficial del emperador y celosísimo cristiano, fue enterrado vivo. Y Marco y Marceliano, amarrados á un  tronco, fueron cubiertos de saetas.

Narrador,.- Después que estas gloriosas victimas, preciosos frutos del celo de San Sebastián, fueron inmoladas á Dios vivo, parecía tiempo ya de que el héroe de Jesucristo consumase al fin su misión con el sacrificio.

Narradora.-Por medio de Torcuato, un infeliz apóstata de la religión, él fue quien dio parte á Fabián, sucesor de Cromacio, de que era Sebastián el que convertía á los gentiles, y el que mantenía en la fe á los cristianos. Y como no se atrevía Fabián á mandarle arrestar, por el elevado empleo que ocupaba en palacio, dio parte al Emperador, informándole de la religión y del celo ardiente del primer capitán de sus guardias.

Narrador.- Asombrado Diocleciano de lo que oía, mandó luego llamar á Sebastián :

 

Escena 2

Diocleciano.-Desde joven te he guardado como uno de mis de mis mas fieles y estimados servidores, y tu me pagas con ésta ingratitud, a mi sombra y a mis espaldas; has fallado a mi afecto, sobre todo por haber intentado irritar la cólera de los dioses, conspirando contra el emperador y contra el imperio, e introduciendo hasta mi palacio una religión tan perniciosa al Estado.

Sn Sebastián.- Con el mayor respeto Sr. Emperador, á mi modo de entender, no podría hacer servicio más importante al emperador y al imperio que el de adorar á un solo Dios verdadero; y que estoy tan distante de faltar á mi deber por el culto que rindo á Jesucristo, que nada puede ser tan ventajoso al príncipe y al Estado como tener vasallos fieles que, menospreciando á los dioses falsos, hiciesen oración incesantemente al Soberano Señor y Creador del Universo por la salud del emperador y del imperio.

Diocleciano.- Guardias,  arréstenlo, que sea llevado al centro de un campo y amarrado á un tronco, y para ser asaeteado por los arqueros númidas.

Narradora.- De inmediato se ejecutó esta cruel sentencia, y fue cubierto el glorioso confesor de Cristo de una espesa lluvia de saetas, su cuerpo se dobló mientras atardecía y lo dieron por muerto sus verdugos. Por la noche siguiente fue á buscar el santo cuerpo para darle sepultura una devota mujer, llamada Irene, viuda del santo mártir Cástulo, y enjugando sus lágrimas piadosas, quedó gozosamente admirada y sorprendida al hallarle todavía con alientos de vida. Y le llevó secretamente á su casa, donde al poco tiempo sanó perfectamente de todas sus heridas.

Narrador.- Los fieles hermanos en Cristo, temerosos de su vida le pedían al Santo que marchara  al exilio, lejos de la ira del Emperador; pero Sn Sebastián, lejos de rendirse á sus solicitudes, una vez que ya se sintió mejor, fue á buscar á Diocleciano, y esperándole en una escalera, que daba al mirador de Heliogábalo, le dijo:

 

Escena 3

Sn Sebastián.- ¿Es posible, señor, que eternamente te dejes engañar creyendo todos los delitos y calumnias que perpetuamente se están inventando contra los pobres cristianos? Le juro por lo más preciado a su ojos, que tan lejos están, gran príncipe, de ser enemigos del Estado, que no tenéis otros vasallos más fieles: y que únicamente á sus oraciones han de atribuirse toda vuestra salud y prosperidades.

Diocleciano.- ¿Eres tú, le preguntó, el mismo Sebastián á quien yo mandé quitar la vida condenándole á que ser asaeteado?

Sn Sebastián.- Si, señor, el mismo Sebastián soy, y mi Señor Jesucristo me conservó la misma vida para que en presencia de todo este pueblo viniese ahora á dar público testimonio, de la impiedad y de la injusticia que cometéis persiguiendo con tanto furor á los cristianos.

Diocleciano.- Artes negras son las tuyas para regresar a  contrariarme y  usarme en falso salido del inframundo, Guardias, no fallen ésta vez, que si no lo pagarán ustedes y sus familias, llévenlo a la plaza para que sea públicamente apaleado hasta que expire, a ver si así entienden esos cristianos.

Narradora.- Así se ejecutó; y con este cruel suplicio pasó su alma á recibir en el Cielo la corona del martirio, corría el día 20 de Enero, del año 288.

Narrador.- Los paganos enardecidos y llenos de celo y rabia, impidieron que esta vez se le diese honra y sepultura al cuerpo del Santo Mártir, así que le arrojaron en una fosa maloliente; pero con tan mala suerte corrieron, porque el santo cuerpo quedó pendiente de un garfio,

Narradora.- Y dice la leyenda que aquella misma noche, San Sebastián se apareció á una señora de mucha virtud, llamada Lucina, y la mandó que sacase su cuerpo y le enterrase en el cementerio subterráneo, llamado las catacumbas, al pie de los sagrados cuerpos de los apóstoles San Pedro y San Pablo.

Hoy se eleva sobre su tumba una de las siete basílicas de Roma, y sobre la cloaca donde quedó su santo cuerpo abandonado existe la hermosísima iglesia de San Andrés del Valle,

Narrador.- Fue San Sebastián uno de los más ilustres mártires que tuvo Roma en el siglo III, es invocado como abogado contra la peste, por la experiencia que se ha tenido de su favor para con Dios contra esta calamidad. Así lo experimentaron, Roma en el año 680, Milán en 1575 y Lisbóa en 1599.   También es cosa muy antigua que la Iglesia invoque la protección del Señor contra los enemigos de la fe por intercesión de San Jorge, San Mauricio y San Sebastián.

 

 

Parroquia del San Sebastián Mártir, León, Gto México

 

Grupo Juvenil

 

                                       2017 “Luego del AÑO  DEL PERDÓN”