viernes, 26 de febrero de 2021

Las Aventuras de Francisquillo

N.-   LAS AVENTURAS DE FRANCISQUILLO

 

                                                             Narrativa oral: Nana Guadalupe (Veracruz)

                                                              Adaptación: Ignacio Pérez Cervantes

 

                                                                      Escena uno

Nana.-  hola amigos, hoy voy a contarles la historia de francisco, un simpático negrito, al que la vida le arrebató el calor y la ternura de su madre, cuando apenas era recién nacido, y que salió un día cansado de su tierra, a recorrer el mundo para probar fortuna. Y así llegó a un rancho ganadero, donde hacían muy ricos quesos y mantequilla; y cansado y sudoroso se presentó con el patrón y así le dijo:

Francisquíllo.- ¿Buena tarde Señó, ¿no tendrá trabajo para mi?

Señor.- Hola hijo, pasa, trabajo es lo que sobra aquí, ¿pero qué sabes hacer?

Francisquíllo.- Mire Señó, la verdá, no se hacer nada…, ¡pero tengo voluntá!.

Señor.- Aver, dime una cosa… (toma una adobera)¿te gustan los quesos?

Franciquío.- no, ¿qué es eso Señó?, parece una rueda de carretilla con harina.

Señor.- No, ese es un queso

 

                                                        Escena dos

Nana.-y con su respuesta, francisquillo que era muy listo, se ganó rápidamente el trabajo, y comenzó a trabajar ayudando en todo lo que podía a la Señora Marina, una viejecita que era la que se encargaba de hacer los quesos. Ella le tomó mucho cariño al negrito y bien que se hacía la desentendida cuando él se comía la nata o bebía la leche calientita y recién ordeñada, a escondidas pellizcaba los quesos y la mantequilla, y no tenía llevadera, hasta que un llegó un día en que se le antojó darle una probadita a uno de los quesos que estaban en lo más alto de la alacena donde los ponían a orearse y le dijo:

Francisquíllo.- Malina…, me ejtá haciendo ojitos ése queso de allá, déjame subí, na´ma lo quiero probá, de vedá.

Nana.- Y la viejecita quien no tenía corazón para negarle nada, lo dejo subir, él la lleno de besos y se encaramó a lo más alto, pero quiso la mala suerte que en cuanto empezó a comer llegó el patrón, y ella disimuladamente empezó a cantar una cancioncilla para poner al tanto a francisquillo:

Marina.- “Francisquillo, que está en la quesera, que esconda la pata que tiene de fuera”

Nana.- Y francisquillo ni por enterado se dió y siguió comiendo engolosinado.

Marina.- “Francisquillo que está en la quesé, que esconda la pata que tiene de fue.

Nana.- Y nada…, asi que se le ocurrió cantarle imitando su modo de hablar:

Marina.- Francisquío que está en la quesea, ¡que esconda la pata que tiene de fuea!

Nana.- Y entonces si la escucho, y al esconder el pié el trastero se meció y se vino abajo con el negrito y los quesos.

Señor.- ¡Francisco, se puede saber qué andabas haciendo allá arriba!

Francisquíllo.- Ej que venía yo bajando del cielo, y le traía un recao: “que lej preste a la malina pá que le haga quesos s los angelitos …

Señor.- Al que te voy a hacer angelito es a ti, muchacho mentiroso, que por andar de tragón me echaste a perder todos los quesos que estaban listos para el mercado, ¡lárgate que no te quiero volver a ver, ve a dar guerra en otra parte!.

 

                                                         Escena tres

Nana.- Después de mucho caminar llegó a una granja avícola, y cuando pidió trabajo el dueño que era avaricioso y desconfiado le preguntó:

Granjero.- Oye, ¿dónde has trabajado y qué sabes hacer?

Francisquíllo.- Yo Señó, se cuidar las vacas, darles de comer, limpiar los establos, se ordeñarla y también se sacá mantequilla y queso.

Granjero.- Y dime una cosa amiguito, ¿a ti te gustan los huevos, verdad?.

Franciquíllo.- ¿Huevos?, No señó ¡ni pintaos!

Nana .- Y como podrán imaginar su respuesta le dio gran gusto al Granjero, que de inmediato le dio trabajo. Muy tempranito cuando comenzaron a cantar los gallos se levantó y se puso a barrer los gallineros, a darles de comer y recoger los huevos de las gallinas, pero unos días después cuando el dueño se fue a la Ciudad, a él que estaba lleno de hambre se le hizo fácil tomar dos huevos y meterse en la cocina para freírlos, en eso estaba cuando se oyó un trote y un relincho, ¡Era el patrón que había regresado!, asi que Francisco no tuvo más tiempo que para sacarlos de la cazuela, ponerlos en una tortilla y esconderlos debajo del sombrero que llevaba puesto, asi que cuando el patrón entró, la manteca le escurría en gotas por la frente.

Granjero.- ¿qué te pasa muchacho, qué tanto te limpias?

Francisquíllo.- Nada.., puro sudó, Señó Dueño.

Granjero.- Pos si tienes tanto calor, ¿porqué no te quitas el sombrero?, aquí ni sol hace.

Francisquíllo.- ¡A como cree!, si me lo quito ahorita me puede pegá un aire.

Granjero.- ¡Qué aire ni qué nada!, el que te voy a pegar soy yo si no me obedeces, ¡ándale quítate ya el sombrero!

(forcejean, francisco agarra con fuerza sus sombrero, pero cuando se lo quita aparecen los dos huevos en su cabeza)

Granjero.- ¡Mucho calor no!, negro mentiroso,¡ no que no te gustaban los huevos ni pintáos.

Francisquíllo.- No seño, no me gustan pintaos, sólo me gustan fritangaos.

Granjero.- Pues lo que es cierto, es que aquí no los vas a volver a comer de ninguna forma, negro goloso y tragón.

Nana.- …y con estas y otras palabras que no puedo repetir, el granjero sacó a Francisquillo muy enojado al camino y él caminó hasta que llegó al caer la tarde a un pueblo lejos del mar, cansado y con los pies adoloridos, tocó en una de las casas más pobres.(Toc-toc)

Franciquío.- Buena tarde, ando buscando trabajo madrecita, ¿usté me puede ocupá?

Viejecita.- Yo soy pobre hijito, vivo cuidando a mi hermana enferma y no tengo para pagarte tus favores.

Francisquíllo.- No se apure Amita, no me pague, yo lo único que quiero es un rincón ónde dormí.

Viejita.- Pues que se haga la voluntad de Dios, donde comen dos comen tres, pasa y toma asiento, ¿de dónde vienes?, si se puede saber.

Francisquíllo.- Vengo de la Costa Grande, donde no se vé mas que la má y el pecao.

Viejecita.- ¡Ave María Purísima!, qué vida la tuya hijo, que a tu corta edad hayas estado viviendo entre el mal y el pecado. ¡Santo Dios! Pobre criatura.

Francisquíllo.- No mi Niña, vengo de Boca de Rio, en Veracrú, en donde el pecao ná y ná.

Viejecita.- Pues no te entiendo nadita de nada, ándale has de estar rendido, cómete este taco mientras preparo tu cama., algún lugar habrá para ti.

Nana.- Y como podrán imaginar, francisquillo se quedó ésa noche, y muchos días más. Él estaba feliz y su simpatía y su sonrisa llenó de alegrías aquella humilde casa. Las viejecitas estaban más que encantadas con el muchacho y cada día le preparaban guisos humildes que a él le parecían deliciosos; y no hallaban ya que hacerle, pues daba  gusto verlo comer. El negrito se sentía amado como nunca, y llenaba de ternuras y besos a sus salvadoras, ellas veían como don del cielo, la llegada a sus vidas del niño. Pero hay tienen ustedes que llegó un día en que una de las viejecitas enfermó.

Viejecita.- Despiértate Francisco, mi hermana está muy mala de bronquitis, y necesito que me vayas a comprar una jeringa que me hace falta.

Francisquillo.- ¡Y qué es eso de quilinga, niña?

Viejecita.- Tu nomás ve a la botica de don Lencho y la pides así, lo demás no te interesa.

Francisquillo.- Sí mi niña, ahorita vengo, a ver si no se me olvida, … una quilinga, una quilinga, una qui….linga.

Nana.- Caminaba rumbo a la botica Francisco, siempre repitiendo el encargo: quilinga. Pero al dar la vuelta en la esquina, no podrán imaginar la cara de sorpresa y felicidad de encontrase con un amigo de la infancia, paisano suyo, que andaba de paseo por éstas tierras.

Francisquillo.- Pero mira nomá, ¡que ciclón te hecho pa´ca  Gustáo?

Gustavo.- ¡Acá vives Francisco?, yo estoy de paseo, aquí vive mi Tía. Ven a la casa, hay una huerta llena de frutas, donde podemos jugar.

Fancisquillo.- No mi negro, yo tengo algo qué comprá, es urgente, ya me voy.

Gustavo.- Yo vivo en aquella casa de color rosa,allí te espero, ¿qué vas a comprar?

Francisquillo.- Oye, ¡qué suerte ma negra la mía!, en mala hora te tuve que encontrá. Por tu culpa ya olvidé lo que iba a comprá, y si no regreso pronto con el encargo, mi amita se va a morí, y a mi me van a corré, y tendré que volvé a andar por laj calle, como perro sin dueño, y seré muy desgraciao, muerto de hambre otra vé. (llora)

Gustavo.- Pero yo nomás pasaba por aquí, no tengo culpa de nada. Además con lo que a ti te gustan las aventuras, ¿Qué mas dá que te corran otra vez mas?.

Francisquillo.- Pero es que ya estoy cansao de correr el mundo, y tengo la barriga llena y el corazó contento. Quiero a mis viejita, como si fuera mis ojos. Voy a perdé mi trabajo, por tu culpa, mal amigo, ¡cara sucia!.

Gustavo.- Ya me estás cansando la paciencia chico, yo no tengo culpa de nada, me dio gusto verte, pero me dá mas gusto no verte más. Así que ya no me molestes y vete a jeringar a otra parte, adiós.

Francisquillo.- Ésa, esa es la palabra: quilinga, eso es lo que me han encargao, me salvaste, tú si eres mi amigo, no hay como los amigos de verdá, que Dios te bendiga, …quilinga, quilinga. Adió. (se va corriendo)

Gustavo.- Tú estás loco Francisco, te has vuelto loco.

Nana.- Francisco ya no lo escuchó y corriendo llegó a la botica sin detenerse, compró la jeringa y la llevó a su casa. Y en ella ha de estar todavía, si no lo han corrido, y yo con él, y tu conmigo. Colorín colorao, que las aventuras de Francisco nunca han acabao.

 

                                                                       Telón

 

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