viernes, 26 de febrero de 2021

Sonata de Primavera

D.- "SONATA DE PRIMAVERA"

DE JOSÉ MARÍA DEL VALLE INCLÁN

 

ACTO ÚNICO

Escena Primera

 

Apolonio.- Pase por favor, la Señora bajará en un momento, le pide que la espere en la biblioteca, por aquí.

Clotilde.- Pero mira nada mas cómo has crecido, Y bien cómo está tu madre, de niño te parecías mucho a ella. Cuántas veces te tuve en mi regazo, ¿te acuerdas de mí?

Emilio.- Sí, de su voz. Mi Madre le manda muchos saludos.

Clotilde.- Y éstas son mis hijas, la mayor Rosario, y ésta muñeca se llama Nieves.

Emilio.- Tanto gusto, a decir verdad son tan hermosas como usted.

Clotilde.- No exageres, y déjate de galanterías, que son buenas y eso vale más.

Emilio.- Mucho gusto Señorita,  hola nena …

Clotilde.- Qué bueno que llegaste, tu compañía me ayudará a olvidarme que en unos días más, Rosario entrará en el convento. No puedo hacerme a la idea.

Emilio.- ¡No es muy joven para sufrir tantas privaciones y aislamiento?

Clotilde.- No lo creo, por si sola ha tomado la decisión, desde hace mucho, y no puedo convencerla de lo contrario. Sólo pido a Dios que le dé luces y gracias, para que llegue a ser una santa, como Clara de Asís.

Rosario.- Mamá por favor.

Emilio.- Si, también era muy hermosa. Su separación será sin duda un gran dolor.

Clotilde.- Sí, muy grande, pero sólo me consuela saber que las tentaciones y riesgos de éste mundo no existirán para ella. Ahora que mi esposo murió, si todas mis hijas entraran en el convento, yo las seguiría gustosa, y sería tan feliz, . Por desgracia no todas son como María del Rosario.

Rosario.- Mamá …, no puedo oírte más, llevaré a Nieves a su cama, se ha quedado dormida..

Nieves.- No estoy dormida, pero si tengo mucho sueño.

Rosario.- ¿Quieres que llame a Andrea, para que te acueste?

Nieves.- No, llévame tú, pues ella siempre apaga rápido la luz para que me duerma, y se sale, y eso me da miedo.

Clotilde.- No hay nada que temer, si antes le rezas a tu Ángel de la Guarda.

Rosario.-  Vamos, yo te rezaré. Con permiso.

Clotilde.- Mi beso, que descanses.

Emilio.- Buena noches, tanto gusto, hasta mañana.

Nieves.- Buenas noches.

Emilio.- Adiós Princesa, que descanses..

Clotilde.- Te quedarás a cenar y a dormir, tenemos mucho de qué hablar.

Emilio .- Estoy hospedado en el Centro.

Clotilde.- Mañana irás, hoy vamos a celebrar sin prisas.

Emilio.- No quiero causar molestias.

Clotilde.- No es ninguna, sino todo lo contrario. Me disculpas, voy a tener que ir un segundo a la cocina a supervisar que todo está listo para la cena, con tu permiso.

Emilio.- Gracias por todo, aquí espero.

 

Escena Segunda

Rosario.- ¿Y mi Mamá?

Emilio.- Fué a la cocina a checar lo de la cena, ¿tan rápido se durmió?

Rosario.- Sí, la natación siempre la deja rendida. Huf, qué calor.

Emilio.- Adiós al clima de antes, ya no existe.

Rosario.- Vamos un poco al jardín, al menos es más fresco.

Emilio.- Claro, con gusto vamos.(salen, silencio)

Rosario.- ¡Qué extraño presentimiento!, algo extraño siento, como si mi hermanita me hubiera ¡contagiado sus miedos!..

Emilio.-(Sonríe) No temas, que yo estoy contigo. ( toma su mano y  la besa)

Rosario.- ¿Qué haces?, por Dios

Emilio.- Rosario, apenas te conozco, y ya estoy prendado y no puedo contenerlo. Antes de venir aquí yo también tuve un extraño presentimiento, y tendrás que perdonármelo, pero desde que te vi, no puedo contenerlo: Rosario, te amo  

Rosario.- ¡Santo Dios!

Clotilde.- ¿Dónde están?, la cena está lista

Rosario.- Acá, ya vamos.

Emilio.- ¡Te adoro Rosario, te adoro!

Clotilde.- Todo listo, pasen. ¿Y cuándo tienes que regresar?.

Emilio.- Ya he terminado los asuntos, mañana mismo.

Clotilde.- ¿Y por qué mañana?. No. mañana no, quédate  con nosotras hasta el lunes, temprano le mandaré a Ariadna,, tu madre, un correo para avisarle, la pasaremos bien.

Hemos estado muy solas desde que murió tu padre.

Rosario.- Si

Clotilde.- Siéntense.

Rosario.- A mi me van a disculpar, pero tengo mucho sueño, buenas noches.

Clotilde.- Ella hace todo por mí, me da las atenciones de una reina, y la voy a extrañar mucho. Ve a descansar hija.

Emilio.- Dulces sueños.

Clotilde.- El menú es enchiladas suizas en salsa verde.

Emilio.- Mmm, qué rico. (indiferente) ¿Y cuándo toma el velo María del Rosario?.

Clotilde.- No lo sé, la Madre Superior quedó de avisarme, yo creo que no tarda ni medio mes.

Emilio.- No hace tanto que murió su esposo, tal vez eso ayude a convencer a la Madre Superiora,  de aplazar un poco la entrada, para alargar la dicha.

Clotilde.- No, ¿para que?. Yo tengo mis defectos, pero no soy egoísta, y qué mejor que se consagre a Dios, y deje de ser mi Valet. ¿Qué mas dicha para una madre?, que la de entregarle un hijo a Dios, a su servicio.

Emilio.- Disculpe mi torpe visión.

Clotilde.- No lo creas, yo también quisiera que no se fuera, pero tengo que ver por su felicidad, pero en el convento será feliz, mucho más feliz que encerrada aquí a mi lado, y eso me da resignación.

Emilio.- Salud y buen provecho, ¿es muy antiguo el llamado a la Vocación de Rosario?

Clotilde.- Huy si, desde que era una chiquilla, figúrate.

Emilio.- ¿Cuántos años tiene?

Clotilde.- Diecinueve, un botón de rosa.

Emilio.- Sí, y más que eso, con esa hermosura sin igual, seguramente deja más de un enamorado.

Clotilde.- Ni uno solo, ¡ni la más mínima veleidad en su vida!

Emilio.- Perdone otra vez mi torpeza. Hasta ahora comprendo que tiene Vocación de Santa.

Clotilde.- Sí, de Santa. Y no será la primera en la familia, la Beata Margarita de Ligura, era hija de mi tatarabuelo y ya está avanzada su aprobación. Su cuerpo está incorruptible después de 150 años. Es tarde, vamos a descansar. Apolonio, muéstrale su habitación, a las diez desayunamos.

Emilio.- Que pase buenas noches, nos vemos, gracias por su hospitalidad

( en su recámara) ¡qué siente Rosario por mi?, ¿Qué siente?

 

(pasan varios días)

 

Escena Tercera

Andrea.- Buen día, Joven Emilio, hay un Sacerdote franciscano que lo busca.

Emilio.- ¿A mi?

Andrea.- Sí, no quiso pasar, lo espera en la puerta.

Emilio.- Dile que me siento mal, o que estoy muerto.

Andrea.- Ja,ja; él me advirtió  que iba a ponerse renuente a verlo, así que le voy a decir que pase, para que le rece un responso.

Emilio.- Está bien, ya voy a verlo (sale)

Franciscano.- Joven, perdona el detalle, pero necesito que hablemos. pero no aquí tendrás que acompañarme a dar un  paseo.

Emilio.- Hola mucho gusto, vamos.

Franciscano.- No puedo andarme con rodeos, tendrás que tomar muy en cuenta lo que te voy a decir, y que el cielo te libre de menospreciar mis palabras, que si las ignoras, bien podría costarte la vida.

Emilio.- Mire, hasta me puse chinito, ¿Qué pasa?

Franciscano.- Antes de3 tratar el asunto necesito decirte que no voy a responder ninguna pregunta, ya que responderte, me será imposible, por causa de mis deberes religiosos, que como cristiano, debes respetar.

Emilio.- Cristiano soy, y un gran pecador también.

Franciscano.- Todos los somos, hijo mío. Y mis palabras y mi fe, no deben parecerte sospechosas. Pues me ha guiado hasta aquí una poderosa inspiración, seguramente inspirada por tu Ángel guardían o la estela de Santos amigos de tu Madre. Que se sirven de mi para salvarte la vida,  Estás listo.

Emilio.- Sí, estoy lleno de terror, y a la vez dispuesto a seguir sus consejos.

Franciscano.- Un último favor, por ningún motivo podrás revelar, ni hablar con nadie sobre el secreto que guardo en mi corazón.

Emilio.- No soporto más, dígame ya ¿Qué pasa?

Franciscano.- Escúchame sin interrumpir. Hoy después de que anochezca, toma la calle que va a  la mina vieja, allí encontrarás una casa humilde de teja que tiene clavada en la puerta de entrada, una cabeza de buey. A  la anciana que en ella vive, deberás convencer para que te reciba, si te muestras espléndido y generoso, no se resistirá a recibirte. Verás que su trato se hace amable sin recelo. Es entonces que le darás a entender , que estás dispuesto a recobrar un anillo que perdiste ayer, mientras dormías. Seguramente intentará echarte con mil argucias y conjuros, pero tu generosidad la ablandará, al ofrecerle el doble de lo que recibió por hacerte daño. Eso es todo.

Emilio.- ¡Qué?

Franciscano.- Que Dios te Bendiga y proteja, “In nómine Patri et …(lo bendice)

Emilio.- Gracias Padre, seguiré sus consejos.

 

Escena Cuarta

(Rosario lee en una banca del Jardín)

Emilio.- Buen día Rosario, ¿Qué lees?

Rosario.- La vida  de una Santa. (le cede el libro)

Emilio.- (lee) “la Ciudad Mística de Sor María de Jesús, llamada de Agreda”, (le devuelve el libro)

Rosario.- ¡Si lo conoces?

Emilio.- Lo conozco porque mi Padre espiritual lo leyó, cuando estuvo prisionero en Venecia.

Rosario.- ¿Y quién es vuestro Padre espiritual?

Emilio.- El Caballero de Casanova.

Rosario.- ¿Un Noble Español?

Emilio.- No, un aventurero veneciano.

Rosario.- ¿Un aventurero?

Emilio.- Si, pero que se arrepintió al final de su vida.

Rosario.- ¿Tomó los hábitos?

Emilio.- No le alcanzó la vida, pero dejó escritas sus Memorias.

Rosario.- Mira, igual que San Agustín

Emilio.- Sí, pero por su humildad no quiso equipararse al Doctor de la Iglesia, así que las tituló sencillamente “Memorias”.

Rosario.- Y tu las has leído ya.

Emilio.- Huy si, son mi lectura favorita.

Rosario.- Seguramente son lecturas muy edificantes.

Emilio.- Mmm si, hay mucho que aprender en ellas, Jacobo de Casanova fue gran amigo de una Monja veneciana.

Rosario.- Ah, ¿como la amistad de Santa Clara y San Francisco?.

  Emilio.- Si, pero, con una amistad mas …, ¡mas íntima!

Rosario.- ¿Y a qué Congregación pertenecía la monja?

Emilio.- Era Carmelita Descalza

Rosario.- ¡Qué coincidencia, yo también voy a ser Carmelita!

Emilio.- (triste) Sí, pero cuando entres, no serás ya mas mi amiga

Rosario.- Calla, gurda silencio, porque si no, yo no podré decirte lo que necesito…(angustiada) Tu vida peligra, así que tendrás que irte hoy mismo. Adiós (se va corriendo)

Emilio.- Rosario, ven.

 

Escena Quinta

(Emilio sale de casa al caer la noche)

Emilio.- (toca la puerta) Buenas noches.

Vieja.- Ya es tarde, venga mañana

Emilio.- Señora, una disculpa, necesito hablarle, es urgente.

Vieja.- Pasa, nunca está de más ayudar a un desesperado, Por lo que observo estás perdidamente enamorado, y culpa tuya es el no ser feliz, que si antes te hubieras aparecido por aquí, estoy segura que a tendrías el remedio para tu pena.

Emilio.- Gracias, pero no necesito ayuda para eso; lo que quiero es que me devuelva ahora mismo, un anillo que alguien me ha robado ayer mientras dormía.

Vieja.- Lárgate de aquí pendejo, ¿que quieres de mi, fíjate qué es lo que dices?

Emilio.- Vengo por mi anillo, y no me voy sin él, así que no finjas amiga.

Vieja.-¡Que  yo no lo tengo!, ¿acaso me acusas de ratera?, primero demuéstralo, salte ya antes de que te cargue …- además, yo ni te conozco.

Emilio.- Soy Emilio señora, y le suplico a que me ayude; si lo hace estoy dispuesto a entregarle el doble del dinero que recibió por hacerme el maleficio; así que ahora le horro el  trabajo y usted gana más dinero, ¿qué le parece?.le conviene.

Vieja.- (serena) No, yo no tengo un mal corazón, sólo hago lo que me piden. Tú me has caído bien, con tu simpleza. Y esta vez, y sólo por tratarse de ti, podría faltar a mi palabra …

Emilio.-Bromeas, ¿de verdad sabes quién soy?

Vieja.- Poco conoces del poder jovencito, tu familia es mercader y estás aquí  de “negocios” y ya alargaste de más tus permisos y vacaciones, ¿quieres  más detalles?

Emilio.-¡Vaya!, admirable, ¿Y cómo lo haces ..?, no , no te creas soy agnóstico. ¡Qué sorpresa, es increíble!.

Vieja.- Te ríes, como buen joven eres impulsivo, obstinado y temerario; pero vete con cuidado, que esto no es charlatanería jovencito.                                                                             Yo hago mi trabajo, pero también tengo mi Ética y aunque pagaron para poner plazo a tus días en éste mundo, yo no tendría tan mal corazón para tanto como quitarte la vida, Dios me ampare; ¡así que solo iba a robarte la lozanía!.

Emilio.- ¿Podría explicarme más explícitamente, lo que pasaría, de no haber venido.

Vieja.- ven acá, (escarba) aquí en éste rincón está escondido tu anillo, esperando las tres de la mañana para hacer el conjuro de ésta noche.

Emilio.- ¿Y qué iba a hacer con él?, si se puede ..

Vieja.- ¡Ya te lo dije, me pagaron para quitarte la vida usando o mejor dicho abusando de la magia!, pero como ves, tengo mis remordimientos, aunque lo dudes; así que decidí sólo privarte de un poco de tu salud, y por supuesto de toda tu fuerza viril …,  habrías quedado como recién nacido, je, je.

Emilio.- ¡Qué bárbara!, qué fantásticamente divertida eres, no cabe duda, ¿cómo podrías haberlo hecho?    (ríe)

Vieja.- Solo para tus ojos, ahora mismo lo sabrás (vuelve a escarbar desesperadamente y al fin extrae un el anillo y muñeco de cera envuelto en trapos) Si ahora puedes seguir burlándote (le entrega el anillo), pero qué desgraciado hubieras sido si ésta misma noche hubiera bañado ésta figura en bálsamo negro (Emilio que reía divertido, se queda mudo). Sí, y más desgraciado hubieras sido, si hago otras cositas con él. Pero no, hoy la suerte esta de tu lado, no te mortifiques (deshace a morusas el muñeco de cera).

Emilio.- Me cuesta entender lo que me dices, pero aprecio tu ayuda. (le entrega la bolsa de monedas), hasta nunca (camina a la salida)

Vieja.- Siéntate, ¿ya te vas?, ¿no deseas nada mas de mi, picarón?. ¿Que no te pica, la picazón y el delirio del amor?. Si me das otra cantidad igual de oro, bien podría hacer delirar de amor por ti a María del Rosario.¿ no te interesa, no quieres que te ayude?

Emilio.- Por suerte me basto a mi mismo para alcanzar el amor y la felicidad de mi vida, adiós hasta nunca. ( se marcha)

Vieja .- (ríe macabramente) ..ja,ja,ja. “el amor y al felicidad de tu vida  …, ja,ja,ja.

Ja,ja,ja ……..

 

 

Escena  Sexta

(A la mañana siguiente, en el jardín)

Apolonio.- Joven, lo he buscado por toda la casa, le ha llegado una carta.

Emilio.- Salí a caminar (se la entrega y la lee). (Fingiendo)  Hay qué pena, me avisan que un Tío muy querido sufrió un accidente y está grave, debo regresar a casa.

Apolonio.- ¿Cómo ya se va?, la Señora Clotilde salió, la mandó llamar la Madre Superiora, regresará hasta la merienda.

Emilio.- ¿Sabe para que la llamó?

Apolonio.- Sí, para entregarle los hábitos con que tomará sus votos María del rosario.

Emilio.- Bueno, en tal caso, la esperaré unas horas. (se va a ir). Lo olvidaba Señor Apolonio, si no nos vemos, quiero que usted conserve éste regalo. como recuerdo de mi visita. (le entrega el anillo rescatado de la  hechicera).

Apolonio.- (se sorprende y retrocede y cae) Pero joven, no …

Emilio.- (amenazante) Tómalo y vete.

Apolonio.- No, Dios me libre, yo soy creyente, guarde su anillo.

Emilio.- (insiste) No temas, es sólo un regalo, ¿qué te pasa?

Apolonio.- Mi fe es Cristo,  a mi no me enreda Señorito. No le basta haber venido a amenazar la santa paz que reinaba en ésta casa, y ahora pretende embrujarme con su anillo.. Arrepiéntase de su maldad, ¡que yo mismo lo delataré ante el Santo Oficio!, espere noticias. (sale).

 

Escena Séptima

(Rosario acomoda unas rosas en los floreros del altar de casa, una rosa de desabotona y cae)

Emilio.- Hasta las rosas se mueren al besar tus manos.

Rosario.- No bromees, ¿ te encontró Apolonio?

Emilio.- Sí, ¿me regalas una rosa?

Rosario.- Si te comportas …, te daré la mejor

Emilio.- La mejor está en tus labios.

Rosario.- No te digo, no me respetas, ¿por qué me dices ésas cosas?

Emilio.- Por verte enojada,

Rosario.- ¿Y Eso te agrada?. A veces creo que eres el mismo demonio.

Emilio.- El diablo no conoce el amor, ni sabe querer.

Rosario.- Creo que es suficiente. ¿Por qué te gozas en hacerme sufrir?, ¿Qué no te das cuenta? ¡Lo nuestro es imposible!

Emilio.-Sí imposible, si. Yo nunca esperé ser correspondido por ti, ni alcanzar tu amor, sé muy bien que no lo merezco, era sólo necedad de mi corazón,. Por eso hoy sólo quiero pedirte perdón, y oír de tus labios que rezarás por mí, cuando ya esté lejos, olvidada de todos.

Rosario.- Basta Emilio …

Emilio.- Te contemplo tan alta, tan lejos de mi, tan ideal, que juzgo que tus oraciones valen lo que las de una Santa.

Rosario.- Ya, no blasfemes, por favor.

Emilio.- Mi corazón agoniza sin esperanza, después de muchos años, tal vez lograré olvidarte. Entonces quizá podré entender que tu amor fue como un fuego purificador.

Rosario.- Basta ya.

Emilio.- ¿Por qué me aborreces tanto?

Rosario.- Es que a veces eres como el demonio. Escucha: No puedo decirte más: tienes que irte ésta misma noche de la ciudad.

Emilio.- Sería como renunciar a verte.

Rosario.- ¿Y Acaso no es ésta la última vez?. Por Dios Emilio escucha mi ruego, que mañana mismo entraré al convento.

Emilio.- Rosario, no me corras por favor, no ahora, quiero sufrir, quiero que mis ojos que no saben llorar nunca;  lloren cuando te vistan el hábito y corten tus cabellos, e inunden mis manos, cuando las puertas se cierren detrás de ti. Tal vez entonces al verte consagrada por los votos, mi amor terreno, se convertirá en una devoción por ti, pues para mí, ya eres como un Santa.

Rosario.- No digas impiedades por Dios. (se levanta)

Emilio.- No te vayas.

Rosario.- No debe de tardar en llegar mi madre y necesito decirte algo más: estás amenazado por un peligro inminente, no pierdas tiempo y vete, que aún escapando necesitarás mucha suerte e ingenio para salir bien librado.

Emilio.- Todos quieren asustarme ara alejarme de ti, ¿de qué hablas?, no te entiendo.

Rosario.- Has sido delatado por hechicería al Santo Oficio.

Emilio.- ¿Cómo …?

Rosario.- Dicen que perdiste un anillo,  y por artes diabólicas lo has recuperado.

Emilio.- Ah, ya entendí, y la que me acusa es tu mamá , ¿verdad?

Rosario.- No, como crees …

Emilio.- Si, tu madre me aborrece, porque en el fondo, me amas.

Rosario.- No …(llora)

Emilio.- Niña mía, tu corazón se enternece por los peligros que me amenazan, y quiere salvarme.

Rosario.- Eres fiel a ti mismo, así que cállate ya y no ofendas a mi madre.

Emilio.- ¡Que no te acuerdas ya!, cómo dudó de tu honestidad y tus palabras, cuando aquel día funesto, nos perdimos en el campo, y no hallábamos el camino de regreso.

Rosario. Sí, si las creyó

Emilio.- No, no te mientas, sabes bien que no te creyó. ¡Hay Rosario, cuántas lágrimas derramaste por un error que no cometiste!.

Rosario.-¿Cómo lo sabes? ¡Eres Brujo!, las gentes han dicho la verdad.

Emilio.- Entonces, ¿tu también me acusas?

Rosario.- Si nunca lo he dicho, ¿cómo sabes de la pena que hay en mi corazón, ahora que no quiero, sino consagrarme a Dios.

Emilio.- Lo supe, en virtud de tu dolor y y tu oraciones. Ayer durante el sueño he tenido una revelación, que todo lo ha clarificado. Perdona mis ofensas, y ahora necesito que me liberes de tu amor, curame …

Rosario.- ¡Y cómo?

Emilio.- Hiere mi orgullo, y dime que me aborreces.

Rosario.- No, eso no, eso no escucharás de mis labios.

Emilio.- Entonces, te esperaré, abrigando la esperanza que un día me ames.

Rosario.- Tampoco, no soy más del mundo; mi Amor por María y su hijo, ha sublimado las miserias de éste mundo..

 

(Se oye el “Te Deum” la faz de Rosario se transfigura resplandeciente)

 

T E L Ó N

 

 

 

No hay comentarios: